Qué barata se vende la honorabilidad. Eso pensaba mientras escuchaba a la hierática Cospedal quién repondrá la honorabilidad de los señores Camps y Costa ante la sentencia de no culpables emitida por el tribunal “popular” que la dictaba. Sabe la señora de Cospedal, y si no lo sabe lo utiliza como tal, que los españoles no somos muy dados a sutilezas semánticas. Funcionamos a base de mensajes directos, simples, cargados de grandes palabras y construcciones melodramáticas… y así nos va y nos ha ido. Quizás el honor en la nueva España se adquiera haciéndose “amiguito del alma” de un tal “El Bigotes”, lo que antiguamente se llamaba “un chorizo” y hoy quizá sea un mero intercambiador de capitales. Puede que sea así y yo no me haya enterado y eso lo sabe la citada señora y por eso representa al partido más votado. Puede ser que las normas morales hayan dado ese cambio y ahora lo que se lleva es “querer un huevo” a personajes de esa calaña y no preguntarse de qué manera un presidente de una Comunidad llega a establecer contacto y amistades tan íntimas con tipos con los que no tendrían por qué tener trato y menos, familiaridad. Quizá yo tampoco me haya enterado de ese cambio. Quizás la dignidad que se le ha de suponer a la honorabilidad debería aplicársele en este caso al tal Bigotes pues este parece ser el personaje con autoridad en este vodevil cuando se oye a Costa pedirle que interceda ante Camps en su favor para que lo ponga en el gobierno. Un secretario general del partido y un presidente de la Comunidad y al que tiene capacidad de influir le llaman “El Bigotes”. Quizás ahora se debe honrar a la gente en relación al número de detalles que se mandan por Navidad y a la entidad de los mismos, mejor si uno se pasa “tres pueblos”. Quizá para honrar convenga no preguntarse qué es lo que le debe ese señor con bigote (ya no) y presunto chorizo (más que presunto) cuando le dice a todo un molt honorable presidente de la Comunidad Valenciana que le debe mucho. Quizás yo ya esté viejo y me encuentre desfasado y el concepto de honorabilidad ha cambiado y yo no me he enterado, quizá el concepto ya sea mutante y depende de los votos de los ciudadanos, quizá debería decir democrático, hoy el mayor chorizo es el más honorable y mañana también si los ciudadanos así lo deciden.
Debe ser que yo ya estoy viejo porque cuando pienso en honorabilidad lo hago en personas como el anciano matrimonio y su hija minusválida, de la Venta de la Inés, resistiendo solos, contra viento y marea en ese caserón para defender lo que es suyo y de todos. Ellos si son honorables.
Pienso en un abundante número de amigos y conocidos discapacitados que sobrellevan sus limitaciones con una sonrisa en la boca y que ahora, además, han de soportar la vuelta atrás hacia el abandono de los pocos avances que se habían logrado. Ellos si son honorables.
Pienso en los muchos parados que ven pasar los días sin perspectivas de solución a su problema, en las familias que no ven entrar un ingreso en su casa, en las pequeñas empresarias que sienten la amenaza próxima del cierre. Esas personas sí son honorables.
Pienso en las personas que conozco y que se levantan cada día para trabajar con inmigrantes, con drogodependientes, en ONG y talleres; pienso en amigos y conocidos repartidos por América, África y Asia, para aportar algo más de dignidad a la vida de sus ya de por sí honorables ciudadanos. Esas personas sí son honorables.
Pienso en los docentes que llevan la vocación dentro, que estiran su tiempo y su esfuerzo para sacar adelante a sus alumnos, empezando por los más limitados. Los que llevan dentro el ideal de lo público y se sienten servidores de ello, sin más recompensa que el trabajo bien hecho y el afecto y gratitud de los alumnos y de sus familias. Esos sí son honorables.
Pienso en los políticos que no tienen amiguitos del alma, que no reciben regalos por Navidad, ni tienen a quien pedir caviar ruso para Nochebuena, que se van tal cual llegaron, que no medran porque no entran en el juego, y que entienden su quehacer político como un simple servicio público (de verdad). Esos sí son honorables.
Seré viejo y todo esto suene a antiguo, por eso cuando veo al señor Camps saludando gozoso sin una mínima muestra de sonrojo ante lo que se ha oído en el juicio y a la señora de Cospedal tan inexpresiva, severa, inalterable, solemne, como siempre, diga lo que diga, pidiendo que se le pida perdón y que se les devuelva la honorabilidad, solo pueden revolvérseme las tripas (mi cuerpo también está viejo)
No sé si Camps y Costa pagaron sus trajes (tengo mi opinión sobre ello), lo que sí sé que ha quedado demostrado es que no son honorables y que la gente que les aplaude y las personas que salen en su defensa sin matiz alguno solo demuestran que la moral ya no existe.
P.D. Mª Dolores de Cospedal pide que se excusen los que les acusaron y les pidan perdón. Yo sigo esperando alguna excusa sobre alguna de las muchas acusaciones que no ha llegado a demostrar y los muchos insultos que ha pronunciado. Eso sí, tan digna e hierática como siempre, sin mudar “la color”.
Si tus palabras, plagadas de argumentos sólidos y contundentes, no fuesen suficientes a mí me gustaría añadir diez más: la acción judicial no debe confundirse siempre con la Justicia.
ResponderEliminarY recordar de paso que el señor Correa, presunto ladrón descarado y afortunadamente encarcelado, fue un invitado a la boda de la hija del señor Aznar, celebrada, con el debido boato y honorabilidad, en el Monasterio de El Escorial...
Gracias una vez más, Jesús, por poner palabras acertadas a lo que pensamos muchos ciudadanos de a pie. Y déjame añadir que escribiría esto mismo si el señor Camps hubiese militado en cualquier otro partido.