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viernes, 13 de enero de 2012

LA AYUDA AL DESARROLLO COMO SEÑAL.

Comenzar los recortes por las ayudas al desarrollo prácticamente no tiene respuesta, parece haber una unanimidad en que ese gasto es prescindible, la situación de crisis económica lo justifica. Seguramente la respuesta hubiera sido similar en cualquier otra situación pero siempre viene bien tener a mano una justificación para aplacar los pequeños “brotes verdes” que pudieran surgir en nuestra conciencia. Y es que parece evidente e incuestionable, cuando en España falta el dinero este debe de ir, en primer lugar, a los españoles. Hablar de la responsabilidad que tenemos en esa situación y del compromiso moral que deberíamos haber adquirido para resolverla, es utilizar palabras angelicales. Decir que una visión llamada de izquierdas y una visión cristiana, en una sociedad llamada cristiana y con un gobierno que se sitúa en ella, independientemente de su filiación política, debería anteponer en cualquier realidad y más en una de crisis, a las personas más necesitadas, al margen de las fronteras donde se den, sí que es hablar del sexo de los ángeles. Aplicar aquello de que los últimos serán los primeros no solo al Reino de los Cielos (cuan largo me lo fiáis), es ser un radical.

Mientras reflexionaba sobre este asunto me vino a la cabeza el poema de Martin Niemöller. Pastor protestante encarcelado por los nazis desde 1937 a 1945 y erróneamente atribuido a Bertolt Brecht (que seguramente con gusto habría firmado)

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

Estamos equivocados, no se suprimen esas ayudas porque se considere que los españoles han de ser los primeros, sino porque se considera que los primeros han de ser aquellos que no tienen capacidad de contestación y los últimos, los intocables aquellos que pueden suponer un serio castigo y un grave riesgo para la estabilidad del gobierno. Los primeros en ser “recortados” siempre serán los más débiles, los últimos, los más poderosos.

Se empieza por las ayudas al desarrollo, se continúa por los sectores de nuestra sociedad más desprotegidos, sin un apoyo social que les defienda con firmeza: centros de acogida de inmigrantes, viviendas tuteladas, casas de acogidas para mujeres maltratadas y en situación de riesgo, centros y asociaciones de discapacitados… Y la mayor parte de la sociedad no dice nada porque no se encuetra afectada por esas situaciones y piensa que a ella no le llegará el turno pues son muchos y se sienten cercanos a los que toman las decisiones. Pero esos no son los criterios que rigen estas.

Las medidas de “ajuste” continúan, el umbral se va ampliando y acercándose a nosotros, y podemos seguir pensando que seguimos a salvo, pero estamos equivocados, aparecen las medidas fiscales y afectan, sobre todo, a las rentas del trabajo, clases bajas y medias, comienza el desmantelamiento de los servicios públicos y afectan sobre todo a clases bajas y medias, no importa que sean muy numerosas, importa que no tienen poder porque se encuentran desorganizadas y porque, electoralmente, han constatado que mantienen un voto fiel independientemente de la política que se haga y la corrupción que se produzca. Luego vinieron a por mí pero ya no éramos capaces de decir nada.

Los intocables no somos nosotros, los intocables son los grupos de presión, los lobbys. Los intocables no son los españoles, los intocables son las multinacionales y las grandes empresas nacionales. Los intocables no son las clases populares, el intocable es el sector financiero y bancario. Los intocables no son los trabajadores, la intocable es la patronal. La intocable no es la ciudadanía, la intocable es la Iglesia. Y lo que habremos aprendido en el proceso es a no decir nada, a quedarnos sin argumentos, y nos habremos quedado también porque los que ahora utiliza la oposición suenan a artificiosos después de haber defendido políticas contradictorias.

Es también la idea del poeta ruso Vladimir Maiakovski. (1893-1930)

La primera noche ellos se acercan y cogen una flor de nuestro jardín,
y no decimos nada.

La segunda noche ya no se esconden pisan las flores, matan nuestro perro

y no decimos nada.


Hasta que un día el más frágil de ellos entra sólo en nuestra casa,
nos roba la luna,

y conociendo nuestro miedo

nos arranca la voz de la garganta.


Y porque no dijimos nada

ya no podemos decir nada


Pero no confundamos cual ha de ser la conclusión. La democracia, la libertad y la justicia no se vieron vulneradas porque VINIERON POR MI. Lo fueron porque, desde el primer momento, NADIE DIJO NADA.





1 comentario:

  1. Las políticas de derechas siempre calculan los riesgos y pretenden minimizarlos para asegurar su continuidad en el poder, que es su verdadero interés. La ayuda al desarrollo de paises en peor situación que el nuestro no les presta ninguna seguridad (ni siquiera moral); las ayudas a asociaciones dedicadas a la atención social (incluso aquellas que han sabido establecer convenios de colaboración con las administraciones para evitar la mera caridad) tampoco representan un peligro cierto y amplio; la extensión generalizada de esa desasistencia a otros colectivos no organizados o inactivos tampoco supone un verdadero peligro, particularmente si usa una adecuada "pedagogía" para explicarla (hay que ver para qué pueden llegar a usar la Pedagogía). El peligro para esas políticas -casi siempre de derechas- lo representa gente como tú, amigo Jesús, que enuncia la verdad, la dice bien, la explica mejor y se la cree. Déjame que grite contigo que, efectivamente, se vulnera la democracia, la libertad y la justicia porque NADIE DICE NADA. Gracias por tus palabras.

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