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domingo, 2 de octubre de 2022

PODER DE RUINA



Cuando uno no puede mover ningún miembro, aunque mantenga medianamente lúcida la cabeza debe tomar una decisión, la de hacer posible que otra persona firme en tu lugar. Parece una tontería que no puedas hacer algo tan básico como una firma, pero ese acto tiene un sobrenombre, el de poder de ruina, se llama así porque concede un permiso casi ilimitado para realizar gestiones administrativas y actividades económicas en el nombre de la otra persona y podría causar la ruina de ella, bien por negligencia o bien por mala fe. Pero el concepto ruina siendo importante en lo económico va mucho más allá. ¿Es uno ya una ruina? Quizás lo sea en muchos aspectos, aunque a uno le gustaría creer que algo se resiste a ello dentro de ti.

Ruina. La más evidente, ese cuerpo decaído que ya es incapaz de movimiento alguno, esa acelerada marcha hacia la parálisis total. Despertaras cada día sin saber qué has perdido durante la noche. Te acostaras cada día sin saber que has ido perdiendo durante el día. Ese progresivo desmoronamiento que tu cuerpo va ejecutando en cada minuto, que no sabes si es lento o rápido, que sólo eres capaz de percibir a cierta distancia.

Ruina. Las cosas más simples no están a mi alcance, eso en una casa que se adaptó para mi comodidad. Algo que se encuentre a unos simples milímetros se encuentra, en realidad, a miles de kilómetros. La absoluta inmovilidad hace que esto no pueda ser de otra manera, puede provocar rabia, pero también puede obligar a generar paciencia, puede llevar a la tristeza, aunque también a la calma, puede producir tensión, aunque también, por qué no, facilitar la relajación. Hay alguna cosa, sí, que se me ha facilitado. Gracias a mi hijo menor puedo utilizar el ordenador con la mirada y en esa utilización he de incluir la posibilidad de poder escribir. La vida, con ello, me ha cambiado mucho, puedo, de alguna manera, asomarme al mundo. Gracias a él, a pesar de mis enormes dificultades, soy otro.

Ruina. La cabeza que sí que sí se va salvando. La cabeza que no te va salvando. Todo eso que leíste y que es sólo papel en tu casa. Todo eso que viviste y que hoy has perdido sus detalles, apenas te quedan algunas anécdotas que te vinculan a aquello que te dio entidad durante la vida. Todo aquello que aprendiste y que hoy es prácticamente nada, quiere uno creer que es verdad eso que la sabiduría es lo que permanece cuando uno ha olvidado todo lo que aprendió en la escuela. ¿Puede uno tener sabiduría en la ruina?

Ruina. Mi vida anterior era la social, aquella en la que estaba implicado en un trabajo o comprometido en alguna movilización social, o, al menos, podía relacionarme con los viejos amigos y amigas o con aquellas amistades no tan antiguas, incluso con personas desconocidas para mí. Había tiempo, había ocasiones, hoy aquí estoy, encerrado en casa. El tiempo ya no depende de mí, ha quedado reducido casi a la nada, es difícil encontrarme fuera de estas cuatro paredes. Si el tiempo no está en mis manos tampoco lo están las ocasiones, los momentos ya no los elijo yo ni puedo hacerlo, solamente los entorpezco.

Ruina. Hasta hace poco me desahogaba escribiendo un blog, “mensaje en una botella”, hoy en día la cosa es mucho más difícil. A pesar de poder seguir escribiendo ahora todo es mucho más complicado, las palabras huyen, se esconden en algún lugar al que yo no consigo llegar; las ideas no aparecen; la cabeza se va secando y sus hojas empiezan a caer, el otoño de mi vida parece acompañar a la estación que veo tras la ventana, el invierno se acerca, ya parece próximo, las ramas del blog estarán desnudas y detrás dudo mucho que haya primavera.

Uno de mis hijos, hace ya muchos años, al llegar yo a casa, dijo: “ya está aquí el alma de la casa”, y me gustaría pensar que, a pesar de todo, podría seguir siendo así, y eso depende de mí, de mi alegría dentro de ese desmoronamiento, de mi sentido del humor, aunque tenga algo de negro, de mi demostración del amor y de mi eterna petición de perdón tras mis muchos errores. Una posibilidad que siempre nos queda, sean cuales sean nuestras circunstancias, es la de mejorar como personas, nos caeremos y habrá que levantarse, una y otra vez. Nuestro techo y nuestras paredes continúan viniéndose abajo, prácticamente no queda nada de lo que fuimos salvo la esencia que habrá que defender como se pueda. Que cuando alguien penetre entre nuestras ruinas siempre pueda descubrir una sonrisa.

 

3 comentarios:

  1. Gracias, admirable maestro, aunque Ud no se lo crea. Su testimonio es superior a muchos otros, porque lo expresa desde esa "Ruina" que dice sentir. Ruina no, sino rica sabiduría. Gracias

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    1. Gracias Antonio por tus palabras, pero no soy admirable y dudo mucho de mi sabiduría. Un abrazo.

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  2. Gracias amigo José. Tú me miras con buenos ojos, con ojos de amistad, pero creo que nada de lo que digo puede considerarse que no es cierto. Esa ruina es la misma persona que te recibe con amor, la misma persona con la que ríes y con la que dialogas, esa que unas veces ríe y otras se muestra seria, como todas. Una amiga me escribió que el concepto "ruina" puede tener dos sentidos, en uno de ellos se le considera con valor. La ruina antigua es valiosa en ocasiones. Quizás en el ser humano ambos sentidos pueden ser ciertos, pero uno no anula el otro, uno debe ser consciente de surealidad. Aquí estoy, sigue estando el que era. Gracias por el cariño que muestran tus palabras. Un fuerte beso, querido amigo.

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