Aquella noche soñó que cabalgaba sobre un punto y seguido, sorteaba pronombres, adverbios y preposiciones, saltaba adjetivos, verbos y nombres. Lo que más le cansaba era enfrentarse a los interrogantes. A la mañana, cuando despertó y echó la vista atrás se dio cuenta de que había dejado la habitación plagada de puntos suspensivos.
Por la noche le gustaba abrir las puertas de su armario y
colocar los espejos de las hojas interiores uno frente a otros. Modificaba el
ángulo en que estaban situados para que ante sus ojos se revelasen una sucesión
de magníficas galerías luminosas que se extendían una tras otra hasta el
infinito. Innumerables estancias, cercanas y cotidianas las primeras, al
alcance de la mano tras el cristal, que luego y a pesar de ser idénticas, se
van imperceptiblemente transformando con la distancia. Allí, tras su rostro,
encontraba de nuevo su imagen, aunque esta vez parecía no advertir su presencia
y ni siquiera le miraba.
Le era irresistible asomarse al interior del espejo, casi acechando a ese otro
yo tan ajeno él que se iba perdiendo en la lejanía. Sentir en su espalda el
escalofrío de la mirada de su otro yo con el que nunca podía mirarse cara a
cara, pues siempre giraba su cabeza al darse la vuelta. Así pasaba los minutos
en ese juego mágico intentando atrapar la mirada de alguno de sus innumerables
yo hasta que oía acercarse los pasos de su madre para comprobar que ya estaba
acostado. Entonces cerraba a la carrera las
puertas del armario y sus reflejos iban desapareciendo uno tras otro,
desde el más lejano hasta el más cercano, sin despedirse ninguno quedando
encerrados en la oscuridad del armario hasta que al cerrarlo con llave él mismo
se desvanecía dejando en su lugar el simple hueco de un recuerdo.
😀
Cuando paseaba a lo largo del parque y se sentía cansado se
tumbaba a lo largo de un banco y echaba una cabezada, entonces imaginaba que
una joven se le acercaba y le acariciaba el rostro mientras dormía soñando que
le besaba en los labios y le cogía una de sus manos. Ese movimiento hacía
despertar al chico que soñaba que le cogían la mano mientras soñaba que le
besaban y le acariciaban la cara. Al despertar e incorporarse veía que en el
banco de enfrente esa misma joven le acariciaba la cara, le besaba en los
labios y le cogía suavemente las manos.
😊
El dragón de tres cabezas, dos colas y ocho grandes patas se
le acercaba amenazante y él sólo se encontraba armado de un simple y minúsculo
puñal. Conforme se aproximaba el dragón emitía grandes rugidos y expulsaba largas
bocanadas de fuego. El muchacho se mantenía erguido ante él sujetando el puñal
con una mano temblorosa. Cuando estaban a punto de entrar en contacto
afortunadamente despertaba de la pesadilla, tenía miedo de aquel chaval que
podía haber percibido el pánico que lo atenazaba y de ese puñal que seguramente
hubiera rasgado su cuerpo de trapo.
😏
Cuando se despertaba se asomaba a la ventana y veía pasar
las nubes bajo el cielo. Imaginaba que tumbado sobre ellas sobrevolaba ciudades
fantasmagóricas en las que las torres taladraban el firmamento en un juego
infinito de espirales, las escaleras las rodeaban en un loco efecto óptico de
subidas y bajadas, los jardines flotaban entre ellas y desde ellos la hiedra se
enredaba allá donde llegaba. Las calles formaban un laberinto en el que las
personas nunca sabían con certeza si iban o venían. Luego, se colgaba la
mochila a la espalda y salía para la escuela con sus zapatillas gastadas
pisando los charcos de la calle, creyéndose el rey del mundo.
😉
El enorme maestro le gritaba agigantándose hasta el techo,
él apenas le llegaba a las rodillas. Conforme los gritos iban creciendo la boca
se expandía y las palabras se convertían en un ruido indistinguible que se le
enredaba dejándolo inmovilizado. Cada vez se sentía más minúsculo en la medida
en que su maestro se encontraba a punto de reventar las paredes del aula. Era
el mismo maestro al que en el atardecer encontraba sentado en el bordillo de la
puerta de su casa y que le sonreía levemente con una mirada triste y húmeda y
que apenas le llegaba a la altura de sus tobillos.
😑
Aquel libro le dejó completamente impresionado. Durante el
tiempo de su lectura había podido recorrer todos los estados emocionales, era
incapaz de quitárselo de la cabeza, una y otra vez su pensamiento volvía a las
palabras que en él había leído, pero era tanta la huella que en él había dejado
que al abrirlo de nuevo ya no veía signos de escritura sino su propio rostro
con la imagen que en cada página había tenido. Así veía la faz del asombro y al
pasar la hoja, la del miedo, y después la de la risa para luego pasar a las del
llanto, la del enojo, la ternura, el miedo, la sorpresa, el asco, la euforia,
la pena y el bienestar. Cuando cerraba sus páginas una coctelera se agitaba en
su interior que inevitablemente le llevaba a volver a abrirlo.
😝
La luz de la mañana atravesaba las rendijas de la persiana
para iluminar su cara mientras dormía. Era tanta la belleza que esa imagen
desprendía que el Sol se detuvo de pronto para no iluminar nada más, para que
todo, menos su rostro, permaneciese en la oscuridad y no pudiera rivalizar con
él.
😎
El padre estaba decidido a que aquel hijo que esperaban se
viese rodeado de lo mejor y que cualquiera que se cruzara en su vida supiera
desde el primer momento que se encontraba ante el más grande. Para ello hizo
que sus sirvientes recorrieran los caminos del mundo en busca de todo aquello
que lo hiciera posible. No contento con eso decidió que aquella realidad solo
se podía culminar poniéndole el nombre más excelso y colosal. Su hijo murió
aplastado por sus letras.
😍
Atrapado en la lectura como estaba era incapaz de escuchar la voz de su madre cómo
le llamaba. Cada vez la oía más lejana y entrecortada. Poco a poco se sumergía
en las páginas del libro. Atrapado en la lectura estaba incapaz
de escuchar la voz su madre como le llamaba, cada vez más lejana y
entrecortada, poco a poco se sumergía en las páginas. Atrapado
estaba incapaz de escuchar la voz como le llamaba, lejana y entrecortada, poco
a poco se sumergía. Atrapado estaba
incapaz de escuchar la voz como le llamaba, lejana y entrecortada, se sumergía.
Atrapado
estaba incapaz de escuchar, se sumergía. Atrapado,
se sumergía. Atrapado.
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