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martes, 10 de marzo de 2020

FELICIDAD


Resultado de imagen de llorar de felicidad

He citado con frecuencia las palabras de Ramón Sampedro que hablan de que aprendía a llorar riendo. Palabras, cómo no, que también han tenido que hacerse presentes en mí. Sin embargo, uno puede vivir en ocasiones la experiencia inversa, reír llorando, en muchas de esas ocasiones pura felicidad. Derramar esa felicidad en forma de lágrimas o irse licuando sin poder contenerse en puro gozo, hay pocas experiencias tan maravillosas como ese reír llorando, pura emoción unas veces generada por empatía hacia una persona querida y otras veces en las que uno se basta por sí solo para ese llanto. Cuando uno es padre sus hijos ya forman, para siempre, parte de él; sin ellos no está completo. Es por ello que se puede comprender, de alguna manera, la experiencia explosiva, casi inenarrable, profundamente alegre, de ver, cuando menos lo esperas, aparecer de golpe a un hijo que tiene que saltar el charco para llegar hasta ti y al que hace tiempo no podías abrazar ni besar, es en ese momento cuando vuelves a ser un niño pura emoción y rompes a llorar y no puedes parar; el mundo a tu alrededor deja de existir y  sólo eres tú y tu llanto, tu risa es ahora llanto, tan liberador. Surge desde tu pequeñez, desde ese nada que te puedes creer, desde tu minúsculo ser surge la enorme alegría, mayor cuanto menor te has creído. Eso es felicidad sin más, sin edulcorante alguno, sin rastro de tristeza, únicamente felicidad.

1 comentario:

  1. A menudo los hijos se nos parecen
    Así nos dan la primera satisfacción
    Esos que se menean con nuestros gestos
    Echando mano a cuanto hay a su alrededor
    Esos locos bajitos que se incorporan
    Con los ojos abiertos de par en par
    Sin respeto al horario ni a las costumbres
    Y a los que, por su bien, hay que domesticar
    (...)
    Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma
    Nuestros rencores y nuestro porvenir
    Por eso nos parece que son de goma
    Y que les bastan nuestros cuentos para dormir
    Nos empeñamos en dirigir sus vidas
    Sin saber el oficio y sin vocación
    Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones
    Con la leche templada y en cada canción
    (...)
    Nada ni nadie puede impedir que sufran
    Que las agujas avancen en el reloj
    Que decidan por ellos, que se equivoquen
    Que crezcan y que un día nos digan adiós.
    (JOAN MANUEL SERRAT)

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