El martes, 21 de mayo, tuvo lugar la apertura de la nueva
legislatura de la que lo más sonado fue la brevísima conversación entre Pedro
Sánchez y Oriol Junqueras y su ya famoso “tenemos que hablar”. Esas tres
palabras se convirtieron en la piedra de escándalo y el “horrible” motivo por
el cual PP y Ciudadanos cargaron contra PSOE al “traicionar” a España y a los
españoles. Es difícil comprender cómo España se haya podido sentir traicionada,
resulta complicado encontrar el lugar de un territorio geográfico en el que se
haya el órgano de las emociones como tampoco es fácil encontrarlo en el simple
nombre de ese territorio. El sentimiento de traición para un país no existe
como tampoco existe una cesión de poderes para que un político pueda hablar en
nombre de todos los ciudadanos de un país, toda generalización es falsa, es
mentira, el político que la practica miente y no se sabe que es peor, que sea
consciente de ese engaño y aún así lo haga o que no sea consciente del mismo y
sea tan engreído como para pensar que está autorizado para hablar en nombre de
todos sin excepción. Lamento desautorizarlo, pero esa generalización es
completamente imposible, conozco al menos una persona que no cabria en ella:
yo, y puedo asegurar que hay muchas más, millones de españoles más, pues
también tenemos el derecho de autodenominarnos así. La tarea de toda persona
dedicada a la política es resolver los conflictos mediante el diálogo, en este
caso en especial porque el problema no radica solo en los políticos encausados,
sino que existe una mitad aproximada de ciudadanos catalanes que piensan igual
y que, obviamente, no es posible encarcelar ni resolver el problema mediante la
fuerza ni por la aplicación permanente del famoso 155. Es triste contemplar que
buena parte de los políticos españoles se limitan a ese pensamiento. Dialogar
no supone, de ninguna manera, que se piense igual, significa que el político se
sienta con el adversario para hablar con él e intentar encontrar solución al
problema, ese ha de ser el objetivo irrenunciable de todo político, solucionar
los problemas, no imponer a toda costa sus posiciones. La única línea roja que
nunca se ha de trasladar es la violencia, el resto de temas han de estar
abiertos, incluida, como no podía ser de otra manera, la constitución y con
ella los temas fundamentales como la estructura del Estado y el sistema de
jefatura del mismo. La política es un oficio cuya herramienta central es el
diálogo, hablar, hablar, hablar y hablar, y cuando se haya realizado eso, después,
si es necesario… seguir hablando.
Lanzo este mensaje al mar esperando que otro naufrago lo encuentre y le sea de utilidad.
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jueves, 30 de mayo de 2019
sábado, 25 de mayo de 2019
Hubo un tiempo en el que fui joven

He cumplido los sesenta, una matusalémica edad. Miro hacia
atrás con una mezcla extraña de decepción, pereza y alegría. Hay mucha vida ahí
atrás, muchas caídas, muchos fracasos, muchas equivocaciones, muchos miedos,
pero también hubo a veces valor, a veces aciertos, muchas alegrías, muchos
sueños y mucho, mucho amor. Esa es la vida, un largo caminar de derrotas y
tropiezos en el que uno sólo puede sobrevivir con cierta lucidez si se apoya en
ese amor, solo así conseguiremos arañar alguna victoria de verdad.
Evidentemente no nací con esa edad, pero yo también fui
joven y antes de eso fui adolescente, esa tormenta de emociones que nos domina
durante un tiempo como nunca llegamos a sentir después. Emociones intensas pero
efímeras, afortunadamente efímeras. Quién soportaría toda una vida expuesto a
ese maremágnum. Primeros amores de la adolescencia, aquellos fruto de una
simple mirada o de unas escasas palabras, amores platónicos con los que volvías
a casa pletórico de alegría construyendo castillos en el aire o arrastrando tu
pena allá por donde ibas. Amores de adolescencia en los que bastaba un roce
para que todo tu cuerpo se sintiera encendido y bautizado de un querer que tú
llevabas en sueños, sueños de gloria y felicidad, sueños que te acompañaban
siempre, sueños vitales de los que hoy añoras su fuerza y ganas de vivir. Días
en los que, sin embargo, siempre anduve con el freno echado, únicamente
viviendo emociones y trabajando la cabeza con la que yo me sentía capaz. Pero
no bastaba con eso, nunca bastó con eso. “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas
para no volver!”. Son tantas las cosas que uno echa de menos no haber realizado
en su momento y que ya no habrá ocasión de hacer, al menos para vivirlas de la
misma manera, con igual intensidad y emoción. Una juventud con el freno echado
que ya nadie podrá hacérmela recuperar. Viví la intensidad hacia mi interior no
hacia fuera, pero, de ninguna manera supuso una juventud perdida, claro que me
hubiera gustado haber experimentado cierta juventud loca, más cuerpo y menos
pensamiento, más locura y menos razón, pero, de otra manera, fue una juventud intensa
que tuve que solventar de la mejor manera que pude, la vida me enseñó desde
temprano que es necesario capear sus problemas, no arredrarse ante ellos.
Viviría hoy, sin problemas, una juventud tardía en la que recuperara aquello
que entonces no viví, aunque se trate de una falsa juventud, pero de ninguna
manera me arrepiento de lo que fui, como no me arrepiento de lo que soy; todo
aquello de entonces fraguó mi ser de hoy y quiénes somos y cómo somos. Somos
cantos rodados que en un principio nacemos como piedras vulgares que pueden
tener filos cortantes y rugosidades que las hagan desagradables en la mano, es
el tiempo y las personas que encontramos en él las que nos van erosionando, el
agua, el viento y el suelo de la vida.
Fui joven, aunque no fuese una juventud perfecta, ninguna lo
es como podemos preguntarnos qué entendemos cada uno por perfección. Es la distancia
en la vida la que nos hace ver esos años con otra perspectiva, con menos ímpetu,
para bien o para mal, aquello que entonces vivimos de forma positiva con la arrogancia
de la juventud, puede ser que hoy lo miremos con cierta tristeza, y aquello que
entonces vivimos con la pena y el dolor de ese tiempo hoy lo vivamos con la calma
que nos otorgan los años. Faltaron cosas que parecen esenciales para ese momento
de la vida, pero de ninguna de las maneras faltó amor, lo viví y aún lo vivo hoy,
he vivido el amor loco y el sentado, el que
es puro deseo y el se introduce en todo tú, el amor que te puede llevar a la pletórica
felicidad de un día y aquel que, paso a paso, día a día, te lleva a la gozosa felicidad
de toda una vida.
sábado, 11 de mayo de 2019
LA ESPAÑA DE LOS BALCONES
El señor Casado ha hecho en campaña electoral varias
alusiones elogiosas a la España de los balcones pretendiendo referirse con ello
a esos balcones de los que cuelgan banderas españolas. Pretendía con ello un
canto a lo que él llama patriotismo sin ser consciente de su contradicción,
esas banderas que invitó y sigue invitando a colgar de esos balcones son una
reacción a una manifestación previa, las esteladas que en Cataluña colgaron también
de los balcones. Hablamos pues de una guerra, sin armas, pero guerra, al fin y
al cabo, un conflicto que el señor Casado cree que debe resolverse con más
conflicto. Pero para mí el principal equivoco es creer que cuando hace esa
referencia a España excluye a Cataluña, con lo cual da la razón a los catalanes
independentistas que creen que Catalunya no es España y que sienten que más
allá de esa comunidad solo hay rencor, envidia y robo hacia ellos. La España de
los balcones es también la Cataluña de los balcones, su mera mención pone en
evidencia el pensamiento simple nada elaborado de quienes lo pronuncian. España
contra Cataluña carece de sentido afirmarlo así pues la segunda forma parte de
la primera, y menos afirmar que se enfrenta a una potencia extranjera como dijo
un compañero de su partido.
Esta España es también la de los pitidos y abucheos, aquella
que prorrumpe en toda esa gama de ruidos ante una determinada bandera o himno,
lo hace porque ve natural hacerlo con ese símbolo, se sienten legitimados para
ello. Lo que realmente generan es un proceso de acción -reacción que no tiene
fin pues viene a legitimar de verdad al otro para ese mismo comportamiento.
Toda bandera es un simple trapo que hemos puesto por encima del resto de
conciudadanos. Me encuentro harto, abochornado, de tanto pitido o ruido con
intención de burla sea cual sea el bando que lo realice, está poniendo de
manifiesto el citado pensamiento simple, personas que se dejan llevar más por
sus emociones viscerales que por el raciocinio, incluyo aquí a los que
encuentran comicidad en estos actos. Prefiero bayetas en los balcones a todas
esas banderas.
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