El tradicional
espectro político izquierda-derecha es rechazado como desfasado para proponer
como alternativa al mismo otro basado en la dimensión arriba-abajo en la medida
en que creen que sus ideas no están correctamente representadas en el
tradicional ya que este ha perdido su razón de ser. No les falta razón, en la
práctica la diferencia entre izquierda y derecha se ha diluido en la medida en
que el mercado electoralista ha ido acercando las actuaciones y propuestas de
los partidos políticos. La política ha ido perdiendo su componente ideológico y
de valores para quedar reducida a una gestión tecnocrática levemente coloreada
por medidas que pretenden marcar las diferencias. Es así en verdad, el
interrogante es si esta pérdida de contornos y contenido es resuelto con este
otro espectro: arriba-abajo. Mientras que el primero haría referencia a su
componente ideológico, al hacia donde, al horizonte y meta, el segundo lo hace
al desde donde, al origen. Una nueva pregunta es si esto otorga homogeneidad al
grupo. La homogeneidad política se da no por la identidad en los problemas
compartidos sino por la resolución de los mismos. Hacer la llamada al segundo
espectro pretendiendo que el primero carece ya de sentido es hacerla al
electorado más desideologizado (lo que supone una mayor maleabilidad) y hacerla fundamentalmente a las emociones. Buscar
la centralidad (eufemismo que pretende sustituir la palabra centro) es
pretender sugerir que hay valores ideológicos que se encuentran por encima del espectro izquierda-derecha
sin que esta bipolaridad pueda aportar nada a la que marca arriba-abajo. Un
desecho que no viene acompañado de otros polos ideológicos que lo sustituyan.
Se trata, a mi modo de ver, de una bomba de explosión retardada que se activará
en el momento en el que las emociones comiencen a hacer su efecto en la medida
en que aparezca el incumplimiento de promesas a menudo más supuestas que
realizadas de hecho.
La manera en
como se van abordando los problemas que en la actividad política se van
desarrollando, la defensa a ultranza del compañero y la crítica y exigencia al
“enemigo”, el etiquetaje negativo del contrario y positivo del amigo, el valor
a lo que se dice no tanto por lo que es sino por quien lo dice, minimizar los errores y maximizar los aciertos propios (incluso establecer aciertos donde no los hay) y viceversa, minimizar los aciertos ajenos y maximizar sus errores, pone de
manifiesto un nuevo espectro que no es ni izquierda-derecha ni arriba-abajo. Un
espectro que no queda enunciado pero que es el que claramente adquiere
prioridad en los hechos en todas las formaciones políticas, se trata del
espectro dentro-fuera. Es la defensa a ultranza de mi formación y la crítica
despiadada del que yo considero enemigo. Se trata del dogma extra ecclesiam nulla salus, “fuera de
la iglesia no hay salvación”, fuera de mi formación solo hay error y
corrupción, la verdad no se encuentra en sí misma sino en quien la porta. Se
trata, es evidente, de la censura del pensamiento libre, de la existencia del
pre-juicio acerca de quien está en el lugar adecuado para acertar, de quien ha
de ser salvado y quien no. Es esto lo que marca la distancia entre la política
y la sociedad “civil”. Hoy o mañana será así porque la sociedad siempre se
encuentra fuera.
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