Calderilla: Conjunto de monedas fraccionarias de poco
valor.
No habrá quien
reste valor a esos gastos de “ridícula cuantía” que aparecen en las numerosas
facturas por las que la Infanta ha sido imputada: un parking de 45 céntimos, un
“timbre” de 0,60 euros o un café de 0,95, todos ellos cargados mediante tarjeta
a una empresa fantasma como Aizoon S.L.; y, sin embargo, es en ellos, a mi modo
de ver, donde se encuentra la clave, los que son realmente dramáticos, los que
reflejan una realidad completamente fragmentada, los dos mundos tan dispares
que uno no parece tener conocimiento de la existencia del otro. Tantas vidas en
una misma vida.
Estoy
convencido de que tanto Iñaki como Cristina no pagaron estos gastos mediante la
tarjeta de la empresa por un excesivo afán de enriquecimiento como por algo
mucho más simple: no llevaban calderilla encima. Para ellos el dinero es sólo
un abstracto y no algo concreto. Hace tiempo que no necesitan convivir con esa
realidad de metal o papel tan incómoda y con ello con esa experiencia tan molesta de no llevar nada encima y el apuro de no poder pagar un gasto mínimo
o, peor aún, con el drama de no
poder costear los pequeños gastos básicos de los que se nutre la vida. Para
Cristina esta ha sido, quizá, toda su vida, para Iñaki no hace tanto, pero uno
se acostumbra fácil a esa realidad y olvida aquella otra que uno termina
percibiendo, lejanamente, como una simple amenaza.
Sin embargo la
calderilla existe. Existen esas monedas usadas, es posible que algo roñosas y ese
papel gastado, manoseado, sucio, incluso escrito; y existen las personas que
las usan, que las guardan, que las atesoran con esmero porque una de esas
monedas pueden suponer la posibilidad de una barra de pan o de un paquete de
leche, y un billete deteriorado la de la comida del día. Sí, esas personas
existen aunque Cristina e Iñaki es posible que no conozcan a ninguna, nadie esté así entre su círculo de amigos o familiares. Hay
personas al otro lado de su realidad que no disponen de esa calderilla no
porque utilicen Visa Oro sino porque carecen de empleo. En España, ese país del
que parecen alardear, hay millones de personas sin trabajo y, por lo tanto, sin
“calderilla” que acumular para poder pagar la hipoteca, el recibo de la luz o
la alimentación del día. Hay cada vez más niños que van hambrientos a la escuela,
no son una ficción sino una realidad a la que le suenan las tripas y va
adelgazando. Bueno, seguramente tampoco habrán visto niños así ni los habrán
tenido cerca para saber como hablan o como huelen y seguramente también sus
hijos estarán bien protegidos contra ellos inmersos en el mundo feliz de papel
cuché que alimenta con sueños a los indigentes. Esa gente existe aunque para
Cristina e Iñaki no pase de ser también sino simple calderilla, algo de poco valor
empeñado en amargar el día y existe avanzando en pateras, oculta en los bajos
de un camión o arriesgando su vida con las cuchillas de un valla.
Pero no están
ellos solos en su mundo, tampoco pasa de ser calderilla alrededor de la mesa
del Consejo de Ministros. Los números no lloran y no necesitan conciliar el
sueño, no se tiran por un balcón ni nos generan interrogante moral alguno; y
las personas, las personas no se dejan maniatar en una gráfica ni forman parte
de la macroeconomía que con sonrisa de brote verde se empeñan en presentarnos
cada viernes al final de cada Consejo.
Son calderilla
también en los Consejos de Administración de los Bancos o de las empresas
multinacionales, en el Fondo Monetario Internacional y en las cumbres de Jefes
de Estado. Calderilla que solo sirve, como mucho, para una foto. Una realidad,
en todo caso, virtual, carente de sustantividad, de existencia independiente de
ese planeta de paraísos terrenales y fiscales. El verdadero paraíso está en la
tierra y sólo es para unos pocos a condición de que el cielo para los muchos se
encuentre en el más allá.
Pero la
calderilla pesa porque puede acumularse mucha cantidad, no cualquier bolsa es
capaz de sostenerla, a veces su peso es capaz de romper el fondo y el montón de
sustantividades (porque entonces la recuperan) se derrama por el suelo.
Entonces Cristina, Iñaki, Juan Carlos, Mariano, Soraya, Cristobal, Luis, Ana, Mª Dolores, Emilio, Amancio, Juan, Alicia,
Alberto, tened cuidado, pudiera ser que esa avalancha os termine sepultando.
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