Se trata de una época gris en la que todo
parece desmoronarse a tu alrededor. No ya realidades añejas, vetustas,
injustas; realidades a las que quizá, inevitablemente, te sientas apegado,
sobre las que inflaste tu propia burbuja, esa que ahora te estalla; donde
erigiste tu propio señor de las moscas para controlar las criaturas que
amenazan con nacerte y romper tu imagen, pero, al fin y al cabo, realidades que
realmente merece la pena perder. Es el hundimiento sombrío de miles de sueños,
la victoria aplastante de la mediocridad llevándose por delante presentes y
futuros hechos carne y vida. No es la amenaza vulgar de las estadísticas sino
el dolor de los nombres que hay tras ellas, el resquebrajamiento de los rostros
que tú conoces y sientes, la solidificación de sus lágrimas, lo que te deja sin
voz, sin encontrar la palabra adecuada que quieres y debes decir; lo que te
hace sentir impotente, inmensamente débil, sin saber como pelear, como golpear,
como defenderte; convertido en un saco de arena recibiendo golpes. Y, sin
embargo, sabes que debes responder, que no puedes permanecer quieto esperando
que pase la tormenta, que no puedes contentarte con recoger los restos del
naufragio, con lamentar el desastre e ir intentando recuperar los fragmentos que
han quedado de ti, que han quedado de ellos, que han quedado de todos.
Sabes que debes reaccionar, que la
parálisis no solo detendrá tus músculos sino que te inmovilizará por dentro,
embotará tus sentidos y te hará imposible volver a ser sujeto activo,
protagonista real de tu propia vida. Que anulará tus juicios y construirás tu
propio engaño, disfrazando de victoria lo que no es sino un paso vergonzante al
enemigo.
Sabes que debes resistir y no dejarte
convertir en un guiñapo que mira la vida al bies, en el simple reflejo antónimo
de un sin vivir. Resistir, construir en ti una alternativa que les desoriente,
con la que no puedan jugar porque desconozcan su libro de instrucciones, que no
pueda ser utilizada para hacer su otro yo fabricado de la misma miseria. No
basta con responder, la resistencia es aprovechar la respuesta para renacer
construido con otros mimbres.
Siente rabia, descarga la rabia, pero que
la furia no maneje tu cuadriga, que la cólera no sea tu dueña y ahogue todo
espacio para la serenidad. Que el resentimiento no se vaya instalando en ti
para ir haciéndose dueño y señor de tus días.
Siente tristeza, abre tus costados a las
heridas para que estas puedan sangrar, conmisérate hasta que tú seas el otro y
no el burdo simulacro con el que hoy queremos convertir en gran teatro del
mundo el espectáculo de títeres de cachiporra que hoy nos domina; pero que la tristeza ocupe su justo
lugar, que no se convierta para ti en un gran lago helado en el que la vida
deje de fluir.
Sé un animal político, no dejes en manos
de nadie la voz que es a ti debida, estate allí donde nadie te puede
representar, sé por ti mismo pueblo con el pueblo, no te desentiendas nunca de
su caminar, de su permanente migrar;
pero no dejes de ser
también un animal poético, que la intimidad sea un gran jardín en el que todo
florezca, que el símbolo sea un tesoro que no dejes de tallar, que tu lenguaje
sea capaz de remover todas las esquinas del ser humano, que tu poética sea
poiesis, un permanente hacer y crear que derive en la autopoiesis, un hacerte y
crearte sin fin.
Indígnate, rebélate, levanta la voz,
altera el gesto, manifiesta tu enojo, pero que la ternura, cuando llegue, nunca
te encuentre cansado y torcido el semblante, que no te impida descubrir y
celebrar la vida allá donde brote, maravillarte de lo que es imposible robar
aún dentro de una cueva de ladrones.
Reconoce y haz tuyo el pensamiento
colectivo, pero nunca dejes de pensar por ti mismo, nunca abandones el buril de
la crítica, siempre punzante con ese mismo pensamiento, siempre afilado,
siempre sutil contigo mismo. Nunca detengas la máquina de tu cerebro y nunca
pares de generar energía emocional en tu viaje a Ítaca, pues habrás de sortear
para arribar a ella, lotófagos y cíclopes, lestrigones y sirenas.
Que en todo instante, sean cuales sean
los golpes que hayas recibido, la mirada de la vida te descubra en pie,
erguido, dejando correr su savia por ti, que la dignidad sea tu frontispicio
hasta el ultimo momento.
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