La tesis de Sócrates según la cual es mejor padecer una injusticia que cometerla viene a coincidir de hecho con la conclusión de la vida de Jesús de Nazaret expuesta en sus Evangelios. Uno y otro representan, supuestamente, los fundamentos de la cultura occidental y, sin embargo, nada de eso, la tesis sobre la que se sustenta nuestra sociedad parece ser justamente la contraria. Lógicamente no explicitada (sería, del mismo modo, políticamente incorrecto) pero que representa de facto el sustento moral de las decisiones políticas y, especialmente, económicas.
Es comprensible y defendible la indignación ante los recortes sociales habidos, la defensa del Estado Social del Bienestar, la necesidad de un futuro para las jóvenes generaciones, las que ya están aquí y las que restan por venir, un futuro que se desea, legítimamente, al menos similar al pasado reciente. Sin embargo, hay que recordar una cuestión enormemente incómoda pero, del mismo modo, enormemente cierta. Buena parte de ese Estado del Bienestar, de sus derechos sociales adquiridos, han sido posibles gracias al latrocinio internacional, a un reparto injusto de la riqueza, a que durante siglos nosotros hemos cometido la injusticia y otros la han padecido, y, mientras tanto, hemos mirado para otro lado. El logro de la izquierda europea ha sido una gestión interna de ese reparto externo injusto en la que se han ido alcanzando importantes cotas de bienestar y una malla de derechos sociales que aportó seguridad y redujo la sensación de desigualdad. Es el desmoronamiento de esa situación lo que se denuncia y lo que se pretende restablecer. Pero, ¿puede repetirse el pasado? ¿debe repetirse?
El engaño que encierra cierto discurso social pretendidamente de izquierdas se encuentra en el verbo restablecer. Recuperar nuestros derechos para que todo siga igual. Los movimientos sociales que están habiendo en el mundo, los desarrollos económicos de algunos países, la modificación en su peso internacional, el hecho incontestable y difícilmente controlable de la globalización, ¿permite que todo siga igual? Son las bases internas sobre las que se ha sustentado nuestra realidad las que deben de ser modificadas. No podemos contentarnos sin más con recuperar “nuestros” derechos y que la realidad sobre la se han cimentado estos permanezca intocable. El progresismo no es de izquierdas si solo produce progreso para una parte y genera estancamiento o involución en otra. El pasado no es perfecto si solo lo era para esa parte.
Resulta complicado asumir esto pero es necesario lograrlo transmitir a esa juventud lógicamente indignada que hoy toma nuestras calles. No os dejéis engañar, la vida tiene muchos matices, su gestión es necesariamente compleja, huid de los simplismos, no repitáis nuestros errores. Es necesario tomar conciencia de algunas cuestiones:
- Cuando algo se pierde no siempre puede ser recuperado. Nuestro ritmo de desarrollo, hecho extensivo para todos, es insostenible. El que otros vayan alcanzando nuestras cotas puede que obligue a reducir las nuestras.
- Lo verdaderamente revolucionario es la máxima “menos es más”. Tenemos que acostumbrarnos a vivir con menos, solo eso hará posible que otros lo hagan con más. Menos es también ir soltando lastres, supone libertad, sustituir la sociedad del consumo obligado y creciente por la del consumo necesario, reaprender a vivir con lo esencial también de nosotros mismos.
- Es exigencia moral no aceptar sin más un restablecimiento que mantenga el estatus quo vigente, que mantenga el derroche del dinero público, el escándalo de los beneficios millonarios intocables de unos pocos, la ostentación como símbolo social, las castas sociales y económicas, el sacrificio a la hora de la toma de decisiones de los débiles sin tocar un ápice a los más fuertes.
Es preferible padecer la injusticia que cometerla. Grande es la hipocresía de aquellos que dicen defender las raíces cristianas y construyen la sociedad sobre bases injustas, enseñan a la gente a mirar para otro lado. Es necesario desarrollar una conciencia moral y una capacidad de pensamiento reflexivo que haga imposible la convivencia anestesiada con uno mismo en una situación así. Se acabaron las mentiras, la mera propaganda, los discursos de titulares en los que se ocultan la letra pequeña, los alegatos planos en los que no existen matices, la repetición constante de cuatro ideas simplistas, y esto solo es posible en la medida en que nosotros desarrollemos ese pensamiento reflexivo y crítico y esa conciencia moral capaz de decir basta.
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