Sigue la merienda nacional
festejando tener a alguien a quien merendarse. Estos últimos días se le achaca
a Pablo Echenique que prescindiera de los servicios de su asistente personal en
2013 para volverlo a contratar (aunque este contrato no estuviese firmado) en
2015 sabiendo que no se pagaba la Seguridad Social. Seguramente hay cuestiones
que Echenique no dice y que mucha gente con voz en los medios de comunicación y
en los partidos políticos prefiere ignorar o hacer como que se ignora.
Seguramente no se ha dejado claro en ningún momento una cuestión fundamental: la
naturaleza de ese trabajo de asistente personal que puede explicar el motivo
por el cual a esta persona se la vuelve a contratar pasado un tiempo. Esas voces necesitarán carnaza, aquí la tienen de forma explícita.
Empecemos por el principio. La
atención personal que un asistente presta a una persona como Pablo Echenique o a
otra persona en situación parecida, como yo, comienza por abrir la puerta del
domicilio con la llave que le hemos confiado, confianza que cómo podemos
suponer ha de ser ganada y que no se otorga así como así. Una vez dentro te
desnuda y pasa a la silla de baño. Antes de esa ducha puede ponerte una botella
para que orines y te puede pasar al inodoro para que evacues el vientre, con todo lo que puede suponer en personas que pasamos la totalidad del tiempo sentados o tumbados, con la
correspondiente limpieza posterior. En la ducha te enjabonará todo el cuerpo.
Sí, todo el cuerpo, también esas partes que parece feo nombrar. Te aclarará con
agua y te secará para después volverte a llevar a la cama donde te masajeará el
cuerpo con crema hidratante para mantener tú débil piel en la mejor forma
posible. Si es necesario te curará alguna úlcera que puede haberte salido en
las nalgas o en los talones. Te vestirá y pasará a la silla de ruedas. Acto
seguido realizará algunas acciones para facilitarte el inicio de tu día
(pastillas, desayuno, teléfonos, gafas, etc.) Y ahí puede acabar la labor de tu
asistente personal. Esta labor puede variar en parte pero siempre mantiene
ciertas características: cercanía, intimidad, ayudas primarias y básicas para
poder salir al mundo. No cualquier persona vale para esta función. Te encuentras
literalmente en manos del otro. Tú, con toda tu posible fuerza, eres el débil,
el indefenso, el frágil. Tu cuerpo expuesto al otro se eriza si ese otro no lo
cuida de verdad. Necesitas la ternura de un niño al mismo tiempo que la
complicidad de un adulto. La relación que se establece entre la persona cuidada
y su asistente personal debe de ir mucho más allá que una simple relación
laboral para desembocar en la amistad. Cuando encuentras una persona así es
lógico que intentes mantenerla y que vuelvas a acudir a ella cuando la
necesites y que si sabes que tiene una situación personal y laboral difícil,
acudas a ella sin pretender complicarle la vida. No tienes juicio moral que
hacer, ambos somos humanos. Desde el punto de vista social y económico tú eres el fuerte y él el
débil.
Seguramente muchos de los que se
comportan hoy como alimañas que se resisten a soltar la presa hasta devorarla
del todo, no tienen conciencia de esta situación tan compleja. No tienen conciencia
y a menudo se niegan a tenerla. Se niegan porque la conciencia de la debilidad
del otro les obliga a establecer una visión compleja de la vida. Nada es negro
o blanco, nada es bueno o malo, nada es virtud o pecado sin más. Hay muchas personas
que en esta sociedad se ven abocadas a tomar decisiones que no siempre desean.
Seguramente pocas personas se han librado de una situación así, pero aún así,
algunas de ellas parecen ignorar que se han perdonado a sí mismas y que
condenan con rigor a los otros. Lamentablemente esta visión de la vida requiere
esfuerzo intelectual e incluso moral y no vende periódicos ni consigue votos. Si
en algún momento se dieron cuenta de ello hace tiempo que lo olvidaron y se
encuentran a gusto hozando en el teatro de la hipocresía en el que vamos
convirtiendo todo.
Gracias Jesús.
ResponderEliminarEs difícil ponerse en la piel de los dependientes desde fuera. Nos haces pensar y, te guste o no, esa es una de las funciones del maestro.
Gracias compañero. Gracias MAESTRO.