Olvidé todo aquello que me ocurrió,
solo recuerdo aquello que no he vivido,
el valiente que nunca fui,
el cuerpo que nunca vi,
el sexo que no tomé,
las mariposas que no bailaron en mi estómago,
el tiempo que no te dediqué,
el salario que no compartí,
las fuerzas
que no gasté,
El hoy es el pasado que nunca existió.
Cómo puede anidar tanto odio en ti
sin que se te desmenucen las costuras
y te atormente ese fantasma que llevas dentro
jugando a la hipocresía de la hostia consagrada
envuelta entre improperios cubiertos de espuma.
Solo
Llamando a voces a todos
sin que nadie me responda.
Solo.
Requiriendo caricias.
Como sean,
donde sean,
pero atrapadas en la nada.
Solo,
Con la tierra reseca necesitando lluvia.
Cualquier líquido cayendo sobre ella.
El que sea.
Cuando sea,
Como sea,
Donde sea.
Solo.
Encerrado en una claustrofóbica piel
que nada siente,
que nada espera,
que nada atrae.
Solo.
Rodeado de querencias en soledad.
Rodeado de querencias sin deseo.
Rodeado de vida oliendo a cadáver.
Solo.
Esperando el fin.
Deseando el fin que nunca llega.
Solo.
Completamente solo.
Allí estoy,
sin que tú puedas verme,
en una esquina de tu dormitorio
Contemplando como te desnudas.
Gesto a gesto,
prenda a prenda.
Observando tus deliciosos movimientos
para quitarte tu ropa más intima
y vas dejando al descubierto
los secretos de tu cuerpo.
Y yo gozando de esas delicias
sin que tú puedas descubrirme
estando como estás
únicamente en mi cabeza.
Cuando a la noche cierro los ojos
las palabras se amontonan en mi mente
cambiando unas y otras de lugar,
buscando la posición adecuada
que venga a decir con precisión
lo que yo deseo.
Siempre, al despertar,
descubro
que una ráfaga de viento
se las ha llevado.
No fuiste mía ni siquiera unos pocos días.
Unos días suficientes para descubrirte,
para descubrir tu cuerpo y hacerlo mío,
acariciar todo él, valles y montañas y el punto exacto del placer.
Unos días para penetrar en ti y ser tu siamés.
Unos días para conocerte en profundidad
la que detestas, pero yo adoro,
la que te encanta y yo espero alborozado.
cuando tengo tiempo para descubrir aquello que ocultas
y también tengo tiempo para sanar todas tus heridas,
las que has acumulado y cargas con ellas desde siempre,
tiempo para
verte reír aunque sea de mí, patético admirador,
hombre siempre perdedor, atrapado en la envidia,
Pero sueño y te hago mía, aquella que descubro cuando recitas
y yo me deshago en cada una de tus palabras;
cada una de las silabas golpeando en el interior de mi cuerpo,
fonemas destinados a hacerte tuyo.
Días suficientes para descubrir nuestros pecados
y todo aquello por lo que necesitamos pedir perdón.
Tú y yo, con sinceridad, sin engaño alguno, desnudando nuestros corazones.
Tú y yo, que ilusión sólo nombrarlas, dos palabras tan distantes,
que refuerzan y descomponen, únicamente allá donde tú te encuentres,
en la fantasía o en la realidad, en la fantasía que te hace ser alguien,
en la realidad que descubre quien eres, nadie,
Aquello que me hace asumir con franqueza
que no fuiste mía ni serás mía ni tan siquiera unos días.