Vuela alto, vuela lejos, hazlo
ya, pero que ese vuelo no te haga olvidar el nido del que partiste. Vuelve a él
con frecuencia, pero que esos momentos no se conviertan cada vez en más
duraderos, es tu nido, siempre lo será, pero has de construir el tuyo propio.
Te añoraremos, pero habremos cumplido la función que nos corresponde por
naturaleza: procrear para salvar la especie, intentando que sea una especie
sana en una naturaleza sana.
Tus hijos no son tus hijos son
hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma escribió hace un siglo un gran
poeta libanes; es cierto en gran medida, somos el vehículo que la vida utiliza para
perpetuarse a sí misma depositando una criatura en nuestras manos para que la protejamos.
La tarea de cuidar tú también tendrás que hacerla tuya cuidando incluso, a tu manera,
a esos viejos padres soñadores que hoy dejas atrás.
No habrán faltado choques ni
seguramente faltarán después, nuestros caminos han de ser distintos y nuestra
velocidad también, tendremos que pasar el tiempo modulando nuestras vidas, la
realidad es cambiante y el tiempo pasa más rápido que nuestra capacidad de
adaptación a ella. El ser humano es conservador por naturaleza, pero se ve
obligado a mantenerse en continuo cambio, cosa que no siempre consigue con
éxito.
El cómo nos vemos será diferente
según acerquemos o alejemos la lente de nosotros, según una cosa u otra seremos
todo o nada, la razón de ser de nuestra existencia o un mísero punto
imperceptible en el espacio. Ese será el equilibrio en el que deberás moverte,
aunque lo lógico será que incidas más en la primera o segunda perspectiva según
sea la etapa de la vida por la que transites, pero ambas son verdaderas, no lo
olvides, no deseches ninguna, aunque resulte complicado mantener ese equilibrio
sin venirse abajo o ser incómodo.
La marea te dejará en la playa
para que la habites y la hagas tuya, esa misma marea que nos arrastrará a
nosotros mar adentro hasta que nos perdamos. El ciclo de la vida que nos
corresponde se habrá cumplido.
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