Cuando la vida se va acercando a su final es muy difícil no pasar revista a tu vida aunque sea la que has tenido desde esa edad en la que empezaste a tomar conciencia de quien eres, esos años tan intensos como son los de la adolescencia. Años en los que puede que fueras un lider social pero que en lo personal, en aquello que se encuentra en la profundidad de tu ser, cuando se supone que tienes que aprender a manejarte en el amor y, en eso, por mucho que tuvieras éxito en lo social, sintieras frustración en el terreno más personal.
Vuelves la vista atrás y descubres que tu vida está cubierta de frustración y llanto, aunque también de momentos de alegría y felicidad. Así son la mayor parte de las vidas cuando te asomas al pasado. El dolor de que nada puedes resolver ya, lo único que compensa ese dolor es tu familia, esa que te rodea y te quiere, que te abraza y besa. Descubres en ese momento que tienes todavía parte de tu adolescencia, que descubres que sigues jugando a la montaña rusa, al quiero y no puedo. En ese tiempo de la vida descubres que la vida es un todo lo que has sido, no sólo esa adolescencia sino también la niñez, especialmente cuando tienes que ser lavado por otra persona, que te han de levantar y acostar, que te ves obligado a usar pañal. Pero todo no acaba aquí, mayoritariamente creemos permanecer en la madurez sin darnos cuenta en la mayoría de las ocasiones de que vamos perdiendo memoria,que ya no somos los mismos, que nuestros sueños ya no son los mismos que los de nuestra juventud, que entonces iban dirigidos a nuestro futuro, lo que deseábamos, aunque entonces muchos de ellos no llegaran a hacerse realidad, la frustración que nos sirvió para aprender los dolores que encontraremos en la vida. Pero ahora son sueños de nuestro pasado, el espejo que refleja lo que somos, lo que hemos sido y ya no seremos. Las frustraciones se hicieron realidad y son imposibles de cambiar.
Pero no todo son fracasos, la vida tiene también momentos alegres, dulces, aquellos que la vida te regala por sorpresa, Momentos en los que te sientes tan poca cosa, tan pequeño, tan inmerecido. Aquellos en los que rompes a llorar porque la emoción te supera. Algunos tienen lógica pero otros son tan sorprendentes, que te llegan cuando nunca lo esperabas. La felicidad de sentirte querido, cuando tu casa es el hogar donde eres realmente tú. Donde la felicidad te salpica sin esperarla. Tu final se acerca y parece que no importa porque aquí estás enamorado hasta el último momento, Con una ducha de felicidad que te hace llorar, que más da donde vayas, bien o mal, con éxitos o fracasos, has tenido una vida que en sí nisma ha sido un regalo. Señoras, señores, el telón se cierra y uno saluda a todas aquellas personas que lentamente han ocupado un lugar en tu vida, brevemente o casi toda tu vida, pero siempre intensamente. Adios o quien sabe qué. Todas ustedes han sido esenciales en mi vida, me han construido. Muchas gracias.