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jueves, 26 de enero de 2012

LA HONORABILIDAD

Qué barata se vende la honorabilidad. Eso pensaba mientras escuchaba a la hierática Cospedal quién repondrá la honorabilidad de los señores Camps y Costa ante la sentencia de no culpables emitida por el tribunal “popular” que la dictaba. Sabe la señora de Cospedal, y si no lo sabe lo utiliza como tal, que los españoles no somos muy dados a sutilezas semánticas. Funcionamos a base de mensajes directos, simples, cargados de grandes palabras y construcciones melodramáticas… y así nos va y nos ha ido. Quizás el honor en la nueva España se adquiera haciéndose “amiguito del alma” de un tal “El Bigotes”, lo que antiguamente se llamaba “un chorizo” y hoy quizá sea un mero intercambiador de capitales. Puede que sea así y yo no me haya enterado y eso lo sabe la citada señora y por eso representa al partido más votado. Puede ser que las normas morales hayan dado ese cambio y ahora lo que se lleva es “querer un huevo” a personajes de esa calaña y no preguntarse de qué manera un presidente de una Comunidad llega a establecer contacto y amistades tan íntimas con tipos con los que no tendrían por qué tener trato y menos, familiaridad. Quizá yo tampoco me haya enterado de ese cambio. Quizás la dignidad que se le ha de suponer a la honorabilidad debería aplicársele en este caso al tal Bigotes pues este parece ser el personaje con autoridad en este vodevil cuando se oye a Costa pedirle que interceda ante Camps en su favor para que lo ponga en el gobierno. Un secretario general del partido y un presidente de la Comunidad y al que tiene capacidad de influir le llaman “El Bigotes”. Quizás ahora se debe honrar a la gente en relación al número de detalles que se mandan por Navidad y a la entidad de los mismos, mejor si uno se pasa “tres pueblos”. Quizá para honrar convenga no preguntarse qué es lo que le debe ese señor con bigote (ya no) y presunto chorizo (más que presunto) cuando le dice a todo un molt honorable presidente de la Comunidad Valenciana que le debe mucho. Quizás yo ya esté viejo y me encuentre desfasado y el concepto de honorabilidad ha cambiado y yo no me he enterado, quizá el concepto ya sea mutante y depende de los votos de los ciudadanos, quizá debería decir democrático, hoy el mayor chorizo es el más honorable y mañana también si los ciudadanos así lo deciden.

Debe ser que yo ya estoy viejo porque cuando pienso en honorabilidad lo hago en personas como el anciano matrimonio y su hija minusválida, de la Venta de la Inés, resistiendo solos, contra viento y marea en ese caserón para defender lo que es suyo y de todos. Ellos si son honorables.

Pienso en un abundante número de amigos y conocidos discapacitados que sobrellevan sus limitaciones con una sonrisa en la boca y que ahora, además, han de soportar la vuelta atrás hacia el abandono de los pocos avances que se habían logrado. Ellos si son honorables.

Pienso en los muchos parados que ven pasar los días sin perspectivas de solución a su problema, en las familias que no ven entrar un ingreso en su casa, en las pequeñas empresarias que sienten la amenaza próxima del cierre. Esas personas sí son honorables.

Pienso en las personas que conozco y que se levantan cada día para trabajar con inmigrantes, con drogodependientes, en ONG y talleres; pienso en amigos y conocidos repartidos por América, África y Asia, para aportar algo más de dignidad a la vida de sus ya de por sí honorables ciudadanos. Esas personas sí son honorables.

Pienso en los docentes que llevan la vocación dentro, que estiran su tiempo y su esfuerzo para sacar adelante a sus alumnos, empezando por los más limitados. Los que llevan dentro el ideal de lo público y se sienten servidores de ello, sin más recompensa que el trabajo bien hecho y el afecto y gratitud de los alumnos y de sus familias. Esos sí son honorables.

Pienso en los políticos que no tienen amiguitos del alma, que no reciben regalos por Navidad, ni tienen a quien pedir caviar ruso para Nochebuena, que se van tal cual llegaron, que no medran porque no entran en el juego, y que entienden su quehacer político como un simple servicio público (de verdad). Esos sí son honorables.

Seré viejo y todo esto suene a antiguo, por eso cuando veo al señor Camps saludando gozoso sin una mínima muestra de sonrojo ante lo que se ha oído en el juicio y a la señora de Cospedal tan inexpresiva, severa, inalterable, solemne, como siempre, diga lo que diga, pidiendo que se le pida perdón y que se les devuelva la honorabilidad, solo pueden revolvérseme las tripas (mi cuerpo también está viejo)

No sé si Camps y Costa pagaron sus trajes (tengo mi opinión sobre ello), lo que sí sé que ha quedado demostrado es que no son honorables y que la gente que les aplaude y las personas que salen en su defensa sin matiz alguno solo demuestran que la moral ya no existe.

P.D. Mª Dolores de Cospedal pide que se excusen los que les acusaron y les pidan perdón. Yo sigo esperando alguna excusa sobre alguna de las muchas acusaciones que no ha llegado a demostrar y los muchos insultos que ha pronunciado. Eso sí, tan digna e hierática como siempre, sin mudar “la color”.


viernes, 13 de enero de 2012

LA AYUDA AL DESARROLLO COMO SEÑAL.

Comenzar los recortes por las ayudas al desarrollo prácticamente no tiene respuesta, parece haber una unanimidad en que ese gasto es prescindible, la situación de crisis económica lo justifica. Seguramente la respuesta hubiera sido similar en cualquier otra situación pero siempre viene bien tener a mano una justificación para aplacar los pequeños “brotes verdes” que pudieran surgir en nuestra conciencia. Y es que parece evidente e incuestionable, cuando en España falta el dinero este debe de ir, en primer lugar, a los españoles. Hablar de la responsabilidad que tenemos en esa situación y del compromiso moral que deberíamos haber adquirido para resolverla, es utilizar palabras angelicales. Decir que una visión llamada de izquierdas y una visión cristiana, en una sociedad llamada cristiana y con un gobierno que se sitúa en ella, independientemente de su filiación política, debería anteponer en cualquier realidad y más en una de crisis, a las personas más necesitadas, al margen de las fronteras donde se den, sí que es hablar del sexo de los ángeles. Aplicar aquello de que los últimos serán los primeros no solo al Reino de los Cielos (cuan largo me lo fiáis), es ser un radical.

Mientras reflexionaba sobre este asunto me vino a la cabeza el poema de Martin Niemöller. Pastor protestante encarcelado por los nazis desde 1937 a 1945 y erróneamente atribuido a Bertolt Brecht (que seguramente con gusto habría firmado)

"Primero vinieron a buscar a los comunistas y no dije nada porque yo no era comunista.
Luego vinieron por los judíos y no dije nada porque yo no era judío.
Luego vinieron por los sindicalistas y no dije nada porque yo no era sindicalista.
Luego vinieron por los católicos y no dije nada porque yo era protestante.
Luego vinieron por mí pero, para entonces, ya no quedaba nadie que dijera nada".

Estamos equivocados, no se suprimen esas ayudas porque se considere que los españoles han de ser los primeros, sino porque se considera que los primeros han de ser aquellos que no tienen capacidad de contestación y los últimos, los intocables aquellos que pueden suponer un serio castigo y un grave riesgo para la estabilidad del gobierno. Los primeros en ser “recortados” siempre serán los más débiles, los últimos, los más poderosos.

Se empieza por las ayudas al desarrollo, se continúa por los sectores de nuestra sociedad más desprotegidos, sin un apoyo social que les defienda con firmeza: centros de acogida de inmigrantes, viviendas tuteladas, casas de acogidas para mujeres maltratadas y en situación de riesgo, centros y asociaciones de discapacitados… Y la mayor parte de la sociedad no dice nada porque no se encuetra afectada por esas situaciones y piensa que a ella no le llegará el turno pues son muchos y se sienten cercanos a los que toman las decisiones. Pero esos no son los criterios que rigen estas.

Las medidas de “ajuste” continúan, el umbral se va ampliando y acercándose a nosotros, y podemos seguir pensando que seguimos a salvo, pero estamos equivocados, aparecen las medidas fiscales y afectan, sobre todo, a las rentas del trabajo, clases bajas y medias, comienza el desmantelamiento de los servicios públicos y afectan sobre todo a clases bajas y medias, no importa que sean muy numerosas, importa que no tienen poder porque se encuentran desorganizadas y porque, electoralmente, han constatado que mantienen un voto fiel independientemente de la política que se haga y la corrupción que se produzca. Luego vinieron a por mí pero ya no éramos capaces de decir nada.

Los intocables no somos nosotros, los intocables son los grupos de presión, los lobbys. Los intocables no son los españoles, los intocables son las multinacionales y las grandes empresas nacionales. Los intocables no son las clases populares, el intocable es el sector financiero y bancario. Los intocables no son los trabajadores, la intocable es la patronal. La intocable no es la ciudadanía, la intocable es la Iglesia. Y lo que habremos aprendido en el proceso es a no decir nada, a quedarnos sin argumentos, y nos habremos quedado también porque los que ahora utiliza la oposición suenan a artificiosos después de haber defendido políticas contradictorias.

Es también la idea del poeta ruso Vladimir Maiakovski. (1893-1930)

La primera noche ellos se acercan y cogen una flor de nuestro jardín,
y no decimos nada.

La segunda noche ya no se esconden pisan las flores, matan nuestro perro

y no decimos nada.


Hasta que un día el más frágil de ellos entra sólo en nuestra casa,
nos roba la luna,

y conociendo nuestro miedo

nos arranca la voz de la garganta.


Y porque no dijimos nada

ya no podemos decir nada


Pero no confundamos cual ha de ser la conclusión. La democracia, la libertad y la justicia no se vieron vulneradas porque VINIERON POR MI. Lo fueron porque, desde el primer momento, NADIE DIJO NADA.





domingo, 8 de enero de 2012

EDADES

A pesar de los años transcurridos y las vicisitudes habidas, contra toda evidencia, me sigo sintiendo el mismo que fui. Pienso quizá que nunca dejé de ser un niño, ni un adolescente, ni un joven, ni el hombre maduro que soy, ni quizás, aunque parezca un absurdo, no he dejado de ser el viejo que seré. Puede ser que ninguno de nosotros hayamos dejado de ser todo eso. Tenemos todas las edades dentro.

Sí, tengo acumuladas todas las edades, el despertar balbuciente de la niñez, la turbia búsqueda de la adolescencia, el vigor de los años de oro, la calma triste de la madurez y la debilidad de la senectud.

Abandonada y perdida entre las sábanas mi piel busca las huellas que el paso del tiempo dejó sobre ella. Epidermis dormida, aún así tengo sobre mí todas las pieles, la perfumada de la infancia, la piel en celo de la pubertad, la hambrienta de caricias de la juventud, la necesitada de vida de la prudencia, la resquebrajada de la vejez.

Reincidente en el fracaso, olvidado en la fortuna, tengo en mi interior todas las derrotas, el príncipe destronado de la infancia, el amor maltrecho de la adolescencia, la brusquedad sangrante del resquebrajamiento de las utopías de la mocedad, la progresiva pérdida de los sueños de la larga estepa que le sigue, el vértigo de la otredad de la senilidad.

La figura de cera de semblante serio y gesto prudente, esconde el jugador espontáneo de la niñez, el atolondrado de la nubilidad, el que arriesga de la juventud, el calculador de la maduración, el despreocupado de los últimos años.

El epicúreo zarandeado por la vida guarda, a pesar de ello, todos los inicios, el que no puede esperar, que ha de ser satisfecho de inmediato para evitar la rabieta, el que podemos postergar para un momento mejor y el que no puede ser pospuesto porque el mañana ya no forma parte del tiempo.

Por todo ello puedo llegar a sentir miedo como un niño aterrorizado, soy capaz de enamorarme como un adolescente, de desear como un joven, de razonar como un adulto o de esperar tranquilamente como un anciano sentado a la puerta de su casa.

Ninguna edad se nos ha ido del todo, las guardamos a la espera de necesitarlas, únicamente el miedo a vernos en lo que fuimos puede impedir que hagan su aparición; la estúpida censura del pasado, el pánico a ver nuestro interior.

Solo los sueños han ido perdiéndose en la bruma dejada por los años para quedar reducidos a unos pocos nombres, que no el mío, a unas cuantas ambiciones, que no las mías y a un cuerpo, el mío, cada vez más débil y bamboleante, cada vez más silencioso y frugal, soñando la exuberancia de otro.


miércoles, 4 de enero de 2012

UN LUGAR PARA LA POESÍA


¿Qué es la poesía? La mirada distinta, el ojo escrutador vuelto hacia mí, el lenguaje de la piel y el corazón, el yo escindido, el sujeto abierto al otro dejándose fecundar por él, habitar por sus vivencias, lo mínimo abierto al infinito, sensibilidad ante el dolor y la pobreza, ante la tristeza y la alegría, desobediencia, trasgresión, juego, crepúsculo, matiz, palabra que rasga y sutura, hiende y desborda, conmueve, transforma. Lo micro.

Poesía no es solo escritura, poeta no es solo escritor. Un poema puede ser un gesto, un suceso, una conversación, una decisión, una forma de vivir. Un poeta puede ser una persona sencilla que nunca haya escrito una letra, alguien desconocido, sencillo, nunca anónimo, pero profundamente suyo en su manera de vivir.

En un mundo dominado por lo macro, ¿hay lugar para la poesía? Lo importante es lo macro, la macroeconomía, la macropolítica, la macrohistoria. Parece convertirse en el argumento principal de nuestro ser social, el eje de nuestro diálogo y de nuestra acción, que termina acaparando nuestro pensamiento, al menos aquel que verbalizamos. Lo demás es secundario, una pérdida de tiempo, un entretenimiento. Depositamos nuestra mirada allá donde no podemos llegar por nuestros propios medios, allá donde solo podemos actuar en unión con otros. Y está bien si fuese así, si todo eso no fuese a menudo una máscara para simular que hacemos, para tener algo en lo que ocupar el núcleo de nuestra comunicación y simular que nos comunicamos.

Pero es en la intrahistoria donde se insertan los pilares de nuestra vida, la que es real, la que disfrutamos y padecemos; es en la micropolítica donde nos reflejamos tal cual somos, la que refleja las relaciones que establecemos con los otros y con nosotros mismos. Escabullirse de ello es, de alguna manera, enajenarse, salir de uno para entrar en terrenos extraños pero menos conflictivos y más rentables, ignorar lo propio para centrarse en lo externo. Se hace necesaria la mirada hacia lo pequeño sin perder la mirada global. La mirada hacia lo pequeño pero no cualquier mirada, sino una mirada poética, una que vaya más allá de lo obvio para entrar en los matices, que no represente la realidad en blanco y negro sino que sea capaz de manejar cualquier color y tonalidad, que no quede circunscrita a un lenguaje medible sino que rompa límites con el simbólico, que descubra lo que de otros tiene uno, que no se instale en la mediocridad para sentirse segura, que valore el inevitable componente ético que ha de tener la belleza y que persiga esta en cada acción que realice, que busque su propio yo sin contentarse con ser un plagio más al calor del establo (si todos somos plagio, ¿quién fue el original?). Se hace necesaria la mirada poética, porque:

Sucede que el mundo da vueltas a la noria sin encontrar la salida, solo los que son capaces de soñar lo imposible encuentran nuevos caminos.

Sucede que la política es una parodia en la que se mercadea con los gestos si no se preocupa como objetivo principal de hacer nacer hombres nuevos.

Sucede que mi vida es una tragicomedia de ficción si no hablo, no miro, no pienso sobre ese yo prioridad de todo proyecto, pilar de toda construcción personal o social.

Sucede que el hombre es por naturaleza bello y horrible a la vez y en esa pugna se libra la razón de ser de la humanidad.

Sucede que no veo aunque tenga ojos y no oigo aunque tenga oídos ni valioso aunque mi precio sea alto si no veo y oigo y actúo con sensibilidad.

Sucede que mi vida es un reality sohw vulgar si no voy haciendo poesía a mi paso.